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Otras disquisiciones

Edición definitiva, reducida y aumentada

Víctor Hurtado Oviedo

Autobiografía no autorizada

Nací en Lima en enero de 1951. Resido en Costa Rica desde 1989. Aunque soy unisexual, también soy bigenérico: mis géneros son el bolero y el ensayo. Cuando era joven, crucé por diarios y revistas que, pese a ser impublicables, se publicaban; en descargo, también eran ilegibles. Quizá algún día me arrepienta de lo que hice, mas por el momento sigo en el pecado con la única fuerza que me queda: la de la costumbre.

Con intermitencias que me hicieron recuperar indispensables energías, he sido dudoso corrector de imprenta, oficio inagotable gracias a la escuela primaria y a la televisión. No intento parecer cínico: claro está que censuro la educación formal que recibe la juventud, pero no puedo ser ingrato con el analfabetismo funcional pues él nunca sabrá cuánto ha hecho por mi sobrevivencia.

En el tiempo ocioso que me deja la lectura, trabajo —de lo que me enorgullezco (me refiero al tiempo ocioso)—. He cometido muchas faltas, como las de ambición y de imaginación. Cuando noté que también estaba faltando a la verdad, preferí dejar el periodismo y dedicarme a intentar algo en la literatura porque ella otorga la impunidad que el periodismo no alcanza. Ser mentiroso es malo, aunque parecerlo es peor.

Yo siempre he detestado escribir, y la verdad es que no sé qué hago aquí. No escribo libros: escribo artículos pane lucrando; después, ellos se buscan, se encuadernan entre sí porque se sienten solos y porque hay cierta distinción en que se los olvide siendo libros en vez de que se los olvide siendo hojas de periódicos.

No creo que llegue a ser longevo (a mi edad ya lo hubiera sido), pero sí estoy seguro de que sobreviviré a mis obras: lo contrario no me serviría de nada (la verdad sea dicha por esta vez). El curso de los días es una materia de estudios que algunos no aprueban ni con la muerte. Ojalá que este no sea mi caso, mas, francamente, ¿qué importará después? Deseo que este libro de artículos y ensayos me justifique ante la Historia cuando arribe el día improbable en el que la Historia se acuerde de los anónimos: yo escribí muchos.

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